La historia de la tartamudez
La tartamudez es tan antigua como la aparición del habla y desde la antigüedad se le han atribuido diversos orígenes y tratamientos. Algunos nos parecerán absurdos, e incluso crueles a día de hoy, pero al igual que en la actualidad, solo intentaban resolver el enigma de la tartamudez, basándose en los conocimientos que tenían a mano. Aquí tenemos algunos ejemplos de como se trataba la tartamudez a lo largo de la historia.
Demóstenes, el famoso orador ateniense, que vivió en Grecia del 384 al 322 AC, creció con un problema de tartamudez. A pesar de ello, Demóstenes se sentía atraído por la vida pública y nada podía imponerse en su camino, ni siquiera su habla entrecortada. Para reforzar su voz, practicaba en la playa hablando con piedrecitas en la boca hasta que se le podía oír entre el ruido de las olas. También subía por colinas cargando peso en el pecho para aumentar su capacidad pulmonar.
En la Antigua Grecia, Aristóteles llegó a la conclusión de que las personas tartamudeaban porque pensaban más rápido de lo que podían hablar y señala a la lengua como responsable al ser incapaz de seguir la velocidad con la que fluían las ideas.
Es increíble que muchas de las ideas que se pensaban en la antigüedad sigan tan vigentes hoy en día. Cuántas veces hemos escuchado: «piensa antes de hablar», «ordena tus ideas», «hablas más rápido de la que piensas»… Incluso, cuántos de nosotros hemos puesto en práctica métodos como el de Demóstenes, manteniendo un lápiz en la boca para ejercitar los músculos de la cara e intentar hablar más despacio y pronunciando mejor, y cuántos hemos hecho respiraciones diafragmáticas para aumentar la capacidad pulmonar y hablar más pausadamente. Realmente me ha sorprendido!
Cornelius Celsus, físico y filósofo romano, pensó que la solución era hacer gárgaras con diversas especias o masticar ajo con mostaza y cebolla, a modo de estimulantes. Si los resultados no eran los deseados, le pedía al paciente que metiera la cabeza en agua fría, comiera rábanos picantes y vomitara.
En 1608, el físico Febricus Hildanus cortaba el frenillo de la lengua, ya que partía de la hipótesis de que el anormal grosor del frenillo impedía que la lengua se dirigiera adecuadamente hacia el paladar o los dientes.
Uno de los tratamientos más sorprendentes, fue el del doctor Joseph Frank, que afirmaba que la tartamudez era un hábito depravado, y pensaba que unas cuantas palizas aplicadas con regularidad podrían resultar útiles. Increíble pero cierto!
A finales del siglo XIX, asistimos a un cambio que va del enfoque físico al psicoanalítico. Se empezó a asociar la tartamudez a crisis nerviosas y a problemas psíquicos.
En 1915, Sigmud Freud añadió que la tartamudez podría tener algo que ver con un conflicto en las funciones excrementicias, puesto que la elocución implica el acto de expulsar algo de la persona al mundo externo. Concluyó, por tanto, que los bloqueos tenían que representar una forma de estreñimiento.
Isador Coriat, un físico de Boston, llegó a la conclusión de que la tartamudez era una psiconeurosis severa causada por la continuación en la vida adulta de hábitos infantiles de lactancia. Llega a esta conclusión, ya que observaba en los adultos movimientos de succión y mordisqueo similares a los movimientos que realizan los bebes al mamar.
Bluemel planteó que la tartamudez era un defecto auditivo, ya que cuando una persona es capaz de oír correctamente una palabra, también es capaz de reproducirla. Creía que si el sujeto habla mal es porque se oye mal y al oírse mal a sí mismo, su memoria retiene las palabras distorsionadas, estableciéndose así el circulo vicioso de la tartamudez.
Al llegar al siglo XX, se incluyó el estudio metódico de las causas de la tartamudez.
Lee Edward y Samuel Orton, desarrollaron en la Universidad de Iowa, la teoría de la dominancia cerebral, en la que se afirmaba que la tartamudez era el resultado de un conflicto entre los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro por controlar el habla. Después de varios años de intensas investigaciones, se descubrió que la función cerebral de las personas que tartamudean no es significativamente diferente de la función cerebral de las personas con habla fluida.
Algunos terapeutas del habla trataron de explicar la dinámica de la tartamudez desde una perspectiva conductista. Los estudios se realizaron dando a los sujetos recompensas positivas o negativas, dependiendo de su capacidad para mantener la fluidez, pero los resultados no fueron los esperados. Por otro lado, los genetistas han buscando los genes que causan la tartamudez, pero hasta el momento no han podido encontrar ninguna mutación genética que pueda ocasionar la tartamudez, ni ningún mecanismo que la pueda explicar.
Con lo cual, a pesar de todas las investigaciones realizadas, todavía no se ha encontrado ningún origen ni tratamiento definitivo. Aunque el ser humano ha hecho grandes descubrimientos, todavía no ha sido capaz de resolver el gran enigma de la tartamudez.