Si quieres, puedes¡ – Dafne Lavilla Nuñez
Mi Superación
Si hace un par de años me dicen todo lo que iba a conseguir, nunca me lo hubiera creído. Hubiera pensado que “están locos”. En aquella época, al igual que durante toda mi vida, me sentía inútil, incapaz de hacer mil cosas normales para la mayoría y creía que nunca podría hacer nada con mi vida. Aunque aparentemente no lo pareciera, ya que siempre he sido una persona alegre y me pongo una coraza de fuerza para no dejar ver mis debilidades, mi autoestima estaba por los suelos y mis inseguridad y ansiedad por las nubes. Si miro atrás, me doy cuenta de lo limitada y condicionada que estaba por la tartamudez y la de tonterías que hice por su culpa. Es increíble todo lo que he avanzado en tan solo dos años y todo este cambio se lo debo en gran parte a la Fundación; no creo que hubiera conseguido tanto si no os hubiera conocido.
El año que empezó mi transformación venía de un año muy complicado, que hizo que me diera cuenta de todo lo bueno que tengo y que no debo estar agradando a gente y buscando amigos por todos lados, porque aunque en la infancia estuviera muy sola, ya no lo estaba. Las cosas habían cambiado mucho, pero yo seguía atada a esos miedos y sucesos pasados. Ahí ya cambie el chip y me di cuenta que el pasado es pasado y que tenía que mirar hacia delante y dejar de sufrir por la tartamudez; ya habían sido demasiados años de sufrimiento y no quería vivir así toda mi vida. A todo esto se unió que me vi obligada a enfrentarme a uno de mis mayores miedos, hablar en público. A lo largo de toda la carrera había conseguido evitar exponer en clase, pero ese año había que exponer en dos asignaturas obligatorias y solo tenía dos opciones: enfrentarme al miedo y exponer esos dos trabajos o hablar con los profesores y mis compañeras de grupo y explicarles que no podía hacerlo. Decidí enfrentarme al miedo y empecé a buscar por internet cursos para perder el miedo a hablar en público y también información sobre tartamudez (algo que nunca me había atrevido a hacer). Así, conseguí encontrar a mi psicólogo que me ayudó mucho con el tema de hablar en público y mi inicio en el camino de la aceptación, y también encontré a la Fundación Española de la Tartamudez que me ayudó en todo. Gracias a las quedadas con compañeros y compañeras de la Fundación y al libro “El hexágono de la tartamudez” de Harrison empecé a entender que era la tartamudez y empecé a conocer la mía. Pero sin duda, el momento que realmente consiguió que empezará mi transformación fue cuando me llamo Adolfo, presidente de la Fundación, y sin apenas conocerme confió en mi para que fuera la representante en Madrid de la Fundación. ¿Cómo era posible que alguien me diera a mi un puesto de responsabilidad? ¿Qué había visto en mi que yo no conseguía ver? No sé como pasó, pero es como si me hubiera montado en unos patines sin frenos y fuera cuesta abajo, ¡ya no podía parar! Sin darme cuenta, la responsabilidad de tener que hacer cosas por los demás me obligaba a enfrentarme a mis miedos (si hacer esas cosas solo me afectara a mi no lo hubiera hecho, pero afectaba a otros y no podía dejarles tirados). Algo que también me ayudó mucho a darme cuenta que era capaz de hacer muchas más cosas de las que creía, fue conocer a gente que tartamudeando las hacía y no pasaba nada. ¿Por qué no iba a ser capaz de hacerlas si otros podían? Si ellos podían yo también podría o al menos tenía que intentarlo. Mi instinto investigador me llevó a investigar conmigo misma y empecé, poco a poco, a ir haciendo cosas que creía “imposibles” y que me daban mucho miedo para ver que pasaba. Para mi sorpresa, no encontré el rechazo que esperaba al hablar con mi gente sobre el tema, sino todo lo contrario, encontré mucho apoyo. ¿Por qué estuve tanto tiempo escondida en ese armario de cristal? Claro que todos lo sabían y si estaban allí conmigo es porque no les importaba, al igual que a mucha gente; y si a alguien le importa para eso estamos, para explicarle las cosas.
Después de este tiempo me encuentro en un momento maravilloso en relación a la tartamudez. He superado la mayoría de miedos y los que me quedan se que podré superarlos. Lo mejor es estar dando charlas sobre tartamudez en universidades y disfrutar mucho dándolas y viendo que el mensaje llega a la gente. En cuanto a la fluidez, lo mejor que he podido hacer es ignorarla y disfrutar hablando sin estar continuamente fijándome en todo lo que decía y cómo lo decía. Estar continuamente controlando el habla es agotador. Ahora simplemente hablo sin miedo ni vergüenza, ya que no me pasa nada, ¡solo es mi forma de hablar! Es una sensación increíble ir a pedir algo o hablar con alguien y ya casi no sentir ansiedad, ni ponerte a pensar antes en lo que vas a decir, ni sentirte mal si te has bloqueado. ¡Simplemente hablar! Además, al quitarme la presión de no bloquearme y la obsesión por la fluidez he conseguido una tartamudez suave y fluida que no me impide comunicarme, ya que los bloqueos que requieren un gran esfuerzo han disminuido mucho.
A corto plazo me espera un reto muy grande, terminar de estudiar y entrar en el mercado laboral. Se que me pueden discriminar por la tartamudez y ese miedo se une a los típicos de alguien que va a entrar por primera vez al mercado laboral. Lo bueno es que ahora estoy mucho más segura de mi misma y se que puedo hacer muchas cosas que antes no, pero sobre todo se que mi tartamudez no me impide trabajar y eso es lo que les transmitiré en todo momento.
He comprobado que la mejor forma de ayudarse a un mismo es ayudando a los demás. Si un compañero o compañera es discriminada, todo el colectivo es discriminado. Si alguien sufre, todos sufrimos. ¡No merecemos sufrir ni ser discriminados solo por nuestra forma de hablar! Tenemos que continuar luchando todos juntos por los derechos del colectivo y por seguir dando a conocer la tartamudez a la sociedad.
Gracias a todos y todas las que me habéis ayudado a llegar hasta aquí y que me motiváis y animáis a seguir adelante con todos los proyectos que tiene la Fundación. Os estaré eternamente agradecida.
Dafne Lavilla Núñez